martes, 11 de octubre de 2011

LEYENDAS NEGRAS DE LA IGLESIA

Léo Moulin, profesor de Historia y Sociología en la Universidad de Bruselas
durante medio siglo, autor de decenas de libros rigurosos y fascinantes, es
uno de los intelectuales más prestigiosos de Europa. Es quizás quien mejor
conoce las órdenes religiosas medievales, y pocos sienten tanta admiración
por la sabiduría de aquellos monjes como él. A pesar de haberse distanciado de las logias masónicas en las que militó («A menudo —me dice—
afiliarse a ellas es condición indispensable para hacer carrera en
universidades, periódicos o editoriales: la ayuda mutua entre los "hermanos
masones" no es un mito, es una realidad aún vigente»), sigue siendo un
laico, un racionalista cuyo agnosticismo bordea el ateísmo.
Moulin me encomienda que repita a los creyentes uno de sus
principios, madurado a lo largo de una vida de estudio y experiencia:
«La obra maestra de la propaganda anticristiana es haber logrado crear en los cristianos,
sobre todo en los católicos, una mala conciencia, infundiéndoles la
inquietud, cuando no la vergüenza, por su propia historia. A fuerza de
insistir, desde la Reforma hasta nuestros días, han conseguido convenceros
de que sois los responsables de todos o casi todos los males del mundo. Os
han paralizado en la autocrítica masoquista para neutralizar la crítica de lo
que ha ocupado vuestro lugar.»
Feministas, homosexuales, tercermundialistas y tercermundistas,
pacifistas, representantes de todas las minorías, contestatarios y
descontentos de cualquier ralea, científicos, humanistas, filósofos, ecologistas, defensores de los animales, moralistas laicos: «Habéis permitido que
todos os pasaran cuentas, a menudo falseadas, casi sin discutir. No ha
habido problema, error o sufrimiento histórico que no se os haya imputado.
Y vosotros, casi siempre ignorantes de vuestro pasado, habéis acabado por
creerlo, hasta el punto de respaldarlos. En cambio, yo (agnóstico, pero
también un historiador que trata de ser objetivo) os digo que debéis
reaccionar en nombre de la verdad. De hecho, a menudo no es cierto. Pero
si en algún caso lo es, también es cierto que, tras un balance de veinte siglos de cristianismo, las luces prevalecen ampliamente sobre las tinieblas.
Luego, ¿por qué no pedís cuentas a quienes os las piden a vosotros? ¿Acaso
han sido mejores los resultados de lo que ha venido después? ¿Desde qué
púlpitos escucháis, contritos, ciertos sermones?» Me habla de aquella Edad
Media que ha estudiado desde siempre: «¡Aquella vergonzosa mentira de
los "siglos oscuros", por estar inspirados en la fe del Evangelio! ¿Por qué,
entonces, todo lo que nos queda de aquellos tiempos es de una belleza y
sabiduría tan fascinantes? También en la historia sirve la ley de causa y
efecto...

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