jueves, 11 de septiembre de 2014

Tiempos de crisis

JOSÉ GIL LLORCA
"Tiempos de crisis. Algunas cuestiones sobre liturgia, fe y moral, después del Vaticano II " 
Buenos Aires 2012



Es indudable que inmediatamente después de celebrarse el Concilio Vaticano II, la Iglesia Católica comenzó a atravesar una crisis de enormes dimensiones cuyas consecuencias todavía le están afectando. En naciones de gran tradición católica los seminarios quedaron vacíos. Muchas Ordenes religiosas vieron cada vez más mermadas sus vocaciones y tuvieron entonces, y también actualmente, que cerrar casas, dejar Colegios, Hospitales, etc., por no poder ya  atenderlos.
Hubo una gran desafección de sacerdotes y muchos se secularizaron. En Facultades de Teología, Universidades e Instituciones de Enseñanza Católica se enseñaban, y se siguen enseñando, doctrinas contrarias al Magisterio de la Iglesia. Para muchos fieles estas consecuencias negativas no son conocidas, sin embargo, de modo imperceptible e imparable, han afectado y siguen afectando plenamente tanto a la liturgia, como a la fe y la moral. La vida de la Iglesia se ha visto sacudida por una serie de actitudes, acontecimientos e ideologías que han creado en muchos católicos un gran desconcierto y confusión. El relativismo imperante en el pensamiento y en la cultura contemporánea también se ha filtrado en el interior de la Iglesia. No resulta extraño comprobar, cómo muchos fieles terminan confundidos y sin saber a qué atenerse porque unos sacerdotes dicen y enseñan una cosa y otros, otra. Se ha perdido la unidad en lo que es esencial invocando un mal entendido pluralismo que ha generado división. El sacramento de la Confesión ha llegado a estar prácticamente abandonado. El descenso en la asistencia a Misa no ha parado de aumentar. La adoración eucarística está totalmente extinguida en muchas diócesis. La transmisión de la fe en las familias se ha hecho prácticamente inexistente. Hoy en día el número de bautizados que no contraen matrimonio sino que conviven o están casados civilmente no ha dejado de aumentar.
La desobediencia de sacerdotes y religiosos, causa escándalo y estragos. Se ha trasladado a la Iglesia una visión meramente humana y se pretende aplicar a ella realidades que le son extrañas y ajenas como, un sistema de gobierno democrático, la supresión de la supuesta discriminación de la mujer para acceder al sacerdocio, unos criterios de acción meramente filantrópicos al estilo de una ONG, una asimilación a la racionalidad técnica en donde sólo se busca el éxito, el número, los resultados, una fascinación acomplejada por técnicas orientales, de relajación o de meditación trascendental que suprime la práctica de la oración. Muchos sacerdotes han pasado de ser padres y guías, a animadores de la comunidad o asistentes sociales. La evangelización se complica con multitud de reuniones ineficaces y tediosas; planes pastorales irreales y poco concretos; una organización eclesial cada vez más burocratizada,  compleja, innecesaria e inoperante que no para de aumentar  (Secretariados, Delegaciones, Subdelegaciones, Comisiones, Consejos, etc.) hace perder energías y dispersa la acción pastoral. Los fieles laicos, en su gran mayoría, están poco o nada formados, desconocen lo más básico y elemental de la fe católica, muchos son católicos sólo de nombre y en su vida hay una gran incoherencia entre fe y vida. Esto mismo ocurre también en aquellos a los que se denomina “practicantes”. No es extraño encontrar a quienes llamándose católicos practicantes se manifiestan partidarios del divorcio, el aborto, la eutanasia, la fecundación artificial, la experimentación con embriones, los anticonceptivos, la esterilización, las relaciones sexuales precoces o sin estar casados, los mal llamados “matrimonios homosexuales”
En estas páginas se intenta explicar de un modo sencillo y claro qué es lo que ha pasado, a qué obedecen todos estos elementos que sumieron a la Iglesia en tan tremenda crisis que aún hoy día estamos sufriendo dolorosamente sus consecuencias. Conocer las causas es imprescindible para buscar las soluciones. Sin un buen diagnóstico no es posible aplicar los remedios necesarios. Gracias a Dios, también hay expectativas de que lo peor ya ha pasado y que la tormenta con todos sus nubarrones, oleaje y sacudidas está amainando y pronto las sombras dejarán paso a la luz y a una calma serena. El cristiano, a pesar de reconocer las dificultades y contradicciones confía en la promesa del Señor: “No temáis, yo he vencido al mundo” y “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el final del mundo”.

Estos temas son abordados en este libro que, lejos de pretender dar una visión negativa, intenta aprovechar estos tiempos de crisis para volver a lo esencial y animar en el empeño por revitalizar la vida de la Iglesia y la tarea de la Nueva Evangelización.


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