sábado, 30 de marzo de 2013

Una metáfora sugerente

El tenis es católico, el golf protestante
Al final, el pesimismo luterano siempre acaba apareciendo como opuesto a la esperanza católica, canalizada por el sacramento de la confesión.

 "En el tenis, cada juego, cada punto, permite una nueva oportunidad. Todo lo contrario que en el golf, donde arrastras un error en el primer hoyo hasta el final del recorrido".La justificación cosmética que plantea el protestantismo, en la que los pecados no se imputan, pero continúan ennegreciendo el alma, se parece al golfista que comete un doble bogey a las primeras de cambio, y sabe que, salvo milagro, perderá el Masters de Augusta. Por el contrario, la absolución del sacerdote católico limpia el alma auténtica y verdaderamente y permite un nuevo comienzo, como el tenista que, dos sets abajo, con 5-0 y 40-0, aún puede remontar el match ball y ganar el partido.

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domingo, 24 de marzo de 2013

Mártires argentinos del terrorismo revolucionario

Asesinados por su fe en los 70
Mártires argentinos del terrorismo: Carlos Alberto Sacheri, Jordán Bruno Genta, Raúl Alberto Amelong
En los años que precedieron al golpe de Estado, montoneros y revolucionarios se cebaron con los líderes y pensadores católicos.

Un episodio poco conocido fuera del país -e incluso silenciado en él- es el sistemático asesinato por parte de grupos terroristas de personalidades católicas de referencia que destacaban, precisamente en cuanto católicas, por su anticomunismo.De entre esas personas que murieron por su fe destacan tres nombres que se han recordado estos días, rescatándolas del olvido en el que cayeron por conveniencia política.

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viernes, 15 de marzo de 2013

HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO

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SANTA MISA CON LOS CARDENALES
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Capilla Sixtina
Jueves 14 de marzo de 2013

En estas tres lecturas veo que hay algo en común: es el movimiento. En la primera lectura, el movimiento en el camino; en la segunda lectura, el movimiento en la edificación de la Iglesia; en la tercera, en el Evangelio, el movimiento en la confesión. Caminar, edificar, confesar.
Caminar. «Casa de Jacob, venid; caminemos a la luz del Señor» (Is 2,5). Ésta es la primera cosa que Dios ha dicho a Abrahán: Camina en mi presencia y sé irreprochable. Caminar: nuestra vida es un camino y cuando nos paramos, algo no funciona. Caminar siempre, en presencia del Señor, a la luz del Señor, intentando vivir con aquella honradez que Dios pedía a Abrahán, en su promesa.
Edificar. Edificar la Iglesia. Se habla de piedras: las piedras son consistentes; pero piedras vivas, piedras ungidas por el Espíritu Santo. Edificar la Iglesia, la Esposa de Cristo, sobre la piedra angular que es el mismo Señor. He aquí otro movimiento de nuestra vida: edificar.
Tercero, confesar. Podemos caminar cuanto queramos, podemos edificar muchas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, algo no funciona. Acabaremos siendo una ONG asistencial, pero no la Iglesia, Esposa del Señor. Cuando no se camina, se está parado. ¿Qué ocurre cuando no se edifica sobre piedras? Sucede lo que ocurre a los niños en la playa cuando construyen castillos de arena. Todo se viene abajo. No es consistente. Cuando no se confiesa a Jesucristo, me viene a la memoria la frase de Léon Bloy: «Quien no reza al Señor, reza al diablo». Cuando no se confiesa a Jesucristo, se confiesa la mundanidad del diablo, la mundanidad del demonio.
Caminar, edificar, construir, confesar. Pero la cosa no es tan fácil, porque en el caminar, en el construir, en el confesar, a veces hay temblores, existen movimientos que no son precisamente movimientos del camino: son movimientos que nos hacen retroceder.
Este Evangelio prosigue con una situación especial. El mismo Pedro que ha confesado a Jesucristo, le dice: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Te sigo, pero no hablemos de cruz. Esto no tiene nada que ver. Te sigo de otra manera, sin la cruz. Cuando caminamos sin la cruz, cuando edificamos sin la cruz y cuando confesamos un Cristo sin cruz, no somos discípulos del Señor: somos mundanos, somos obispos, sacerdotes, cardenales, papas, pero no discípulos del Señor.
Quisiera que todos, después de estos días de gracia, tengamos el valor, precisamente el valor, de caminar en presencia del Señor, con la cruz del Señor; de edificar la Iglesia sobre la sangre del Señor, derramada en la cruz; y de confesar la única gloria: Cristo crucificado. Y así la Iglesia avanzará.
Deseo que el Espíritu Santo, por la plegaria de la Virgen, nuestra Madre, nos conceda a todos nosotros esta gracia: caminar, edificar, confesar a Jesucristo crucificado. Que así sea. 

miércoles, 13 de marzo de 2013


El amor de los homosexuales y el matrimonio

Mucho me temo que con estas declaraciones el ministro de Justicia muestra desconocer qué es la justicia. El derecho no se ha establecido para reconocer afectos, entre los cuales está el amor, sino en la medida en que de ellos surgen relaciones jurídicas.



Menudo revuelo han causado las declaraciones de Alberto Ruiz-Gallardón sobre el matrimonio de los homosexuales.
Como se sabe, en respuesta a unas declaraciones del ministro Jorge Fernández, Gallardón afirmó que «allí donde haya amor está plenamente justificada la unión de dos personas», y que «los poderes públicos deben crear instrumentos adecuados para que esa voluntad de encuentro tenga sus efectos jurídicos y desarrollo en una sociedad avanzada y democrática como es la nuestra».
Mucho me temo que con estas declaraciones el ministro de Justicia muestra desconocer qué es la justicia. El derecho no se ha establecido para reconocer afectos, entre los cuales está el amor, sino en la medida en que de ellos surgen relaciones jurídicas. Pero los afectos en sí mismos no son realidades jurídicas.
Por eso nadie se debe extrañar de que el Código Civil, cuando habla de las relaciones entre padres o madres e hijos, se muestre frío y racional pareciendo incluso mezquino, porque se dedica casi enteramente a hablar de las pensiones de alimentos, la herencia y temas similares. Nadie que busque proclamaciones sobre el amor que se deben profesar los padres o las madres y los hijos acude al Código Civil.
O por poner otro ejemplo, a la amistad, siendo un afecto tan común en cualquier sociedad, no se le dedica ni un artículo en el Código Civil.
Tampoco al amor entre un hombre y una mujer le debe dedicar el derecho más atención que la que se corresponde a las relaciones de justicia que surgen de él. La diferencia con el afecto que se demuestran dos homosexuales (dejamos de lado el aspecto moral de la cuestión) es que del afecto de un hombre y una mujer surgen relaciones de justicia porque el amor de un hombre y una mujer está abierto potencialmente a la descendencia, mientras que del amor de dos hombres (o dos mujeres), por ley natural incuestionable, nunca vienen los hijos. Por ello en el amor entre un hombre y una mujer entra el derecho para reconocerlo, con ciertas condiciones. Mientras que en el afecto entre dos homosexuales no hay necesidad de reconocer nada: porque ¿qué efectos jurídicos puede tener que dos hombres se acuesten juntos? ¿Acaso de ahí surgen relaciones de justicia? Por lo tanto, para un jurista el amor de dos homosexuales es irrelevante.
No pocas veces se está tratando la cuestión del afecto entre los homosexuales como si fuera una especie de premio jurídico llamar matrimonio a su amor. Haciendo ello, se erosiona el sentido mismo del derecho: al jurista lo que le interesan son las relaciones de justicia. Quien quiera encontrar palabras para alabar el amor de dos personas, debe leer un libro de poesía, no una ley. Los parlamentos no hacen poesía: hacen leyes.
Pedro María Reyes Vizcaíno

domingo, 3 de marzo de 2013

Cuando la Democracia es dinamitada por la ideología de los radicales gays

Los jueces "amedrentados", ceden a la prevaricación